martes, 28 de febrero de 2012

ANÁLISIS DE LA CRISIS Y VIOLENCIA FAMILIAR I


"El Hombre es consciente de sí mismo, de los demás, de su pasado y de sus posibilidades futuras. Es consciente de su autodeterminación, de la brevedad de su vida, de que nace sin su consentimiento y perece en contra de su voluntad, consciente de que morirá antes que aquellos que ama, o aquellos que ama morirán antes que él. Es consciente de su carácter separado, de su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Todo esto hace de su existencia solitaria una prisión insoportable. El hombre sabe que se volvería loco si no pudiera liberarse de esta prisión y unirse, de alguna forma, a otro ser humano".

                                                (Erich Fromm. "El arte de amar". 1.956).

En primer lugar es importante dar una mirada hacia la necesidad del hombre de no estar sólo, de unirse a quien Dios ha determinado, sea una ayuda idónea para él.

Desde una mirada antropológica, La unión con otra persona es la necesidad más profunda que sienten los seres humanos. tomado de la fuente: http://www.mercaba.org/Delgado/analisis_ruptura_01.htm

El amor es un sentimiento primitivo plasmado en los genes humanos, un carácter básico y esencial de la humanidad que se manifiesta de las formas más complejas y sublimes.

En realidad, cada historia de amor es única y su final imprevisible. A veces el romance es intenso y duradero, mientras que en la mayoría de los casos la pasión del enamoramiento se transforma en lazos más estables de cariño y amistad. Pero en bastantes ocasiones, la unión de la pareja debilita su intensidad, se apaga y es invadida por el resentimiento y el desamor.

Cada era produce su forma única de patología psicosocial. En estos tiempos, el "narcisismo" es la aflicción que más socava nuestra capacidad para superar los retos y conflictos que necesariamente nos plantean las relaciones afectivas. La personalidad narcisista implica sentimientos de prepotencia y de supremacía moral, la convicción de que el ser humano es el centro del universo, dueño total de sus actos y poseedor de la verdad. Los hombres y las mujeres narcisistas están emocionalmente extasiados, ensimismados, no se pueden unir ni identificar con otra persona porque son incapaces de suspender su desconfianza e incredulidad en el prójimo, lo que les permitiría entrar con amor e imaginación en la vida de los demás, vivenciar genuinamente sus circunstancias y respetar su existencia independiente.

La accesibilidad a la separación y el divorcio ha coincidido con un verdadero disparo de las cifras de parejas oficialmente rotas, pero este hecho no nos explica qué es realmente lo que hace fracasar tantas uniones, ni tampoco por qué existen tantas parejas desavenidas, que aún contando con un acceso relativamente fácil a la ruptura, continúan viviendo infelices en su relación.

La vieja noción de que las parejas desgraciadas deben continuar unidas por el bien de los hijos está dando paso al nuevo concepto de que los matrimonios profundamente infelices y sin esperanza de arreglo deben terminarse precisamente para poder salvar, entre otras cosas, el bienestar de los hijos. Los niños no suelen percibir la separación de sus padres como una segunda oportunidad, pues a menudo sienten que su infancia se ha perdido para siempre, y esto es parte de su sufrimiento. Sin embargo, la ruptura también ofrece a los hijos nuevas posibilidades de vivir en un hogar seguro y apacible. Existe amplia evidencia que demuestra que un matrimonio plagado de conflictos daña a las criaturas y que los pequeños se benefician de su disolución.

A pesar de que en la mayoría de los países las leyes permiten la ruptura de mutuo acuerdo, sin necesidad de buscar un culpable, resulta verdaderamente sorprendente la intensidad de la violencia que muchas parejas están dispuestas a infligirse el uno al otro. Al mismo tiempo, la confusión y la soledad que sufren las parejas rotas son tan devastadoras que la construcción de una nueva vida parece inalcanzable. Los estudios más recientes al respecto muestran consistentemente que la gran mayoría supera con éxito este trance y establece relaciones amorosas nuevas, auténticas, dichosas y duraderas.

La oportunidad que ofrece la ruptura es poder crear una vida nueva, crecer emocionalmente, restaurar la dignidad y fortalecer la capacidad para establecer relaciones íntimas felices.

La existencia es una sucesión de retos que se plantean como reflejo inevitable del continuo progreso de la humanidad. Nunca hemos vivido mejor, y nunca el hombre y la mujer han dispuesto de una mayor variedad de opciones y caminos para buscar su bienestar, su realización y su felicidad. Pero, al mismo tiempo, la vida se torna cada vez más compleja y las encrucijadas ante nosotros cada vez más difíciles. Sin embargo, las decisiones espinosas y angustiantes que abordamos, en definitiva nos enriquecen porque nos fuerzan a conocernos mejor, a elegir entre múltiples alternativas y, sobre todo, a acercarnos y unirnos a los demás.

En cuanto al otro tema objeto del presente estudio, la violencia, nos lleva a constatar que la agresión maligna no es instintiva sino que se adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia.

"La única forma de aprender a amar es siendo amado. La única forma de aprender a odiar es siendo odiado". (Ashley Montagu.  "La agresión humana".- 1.976).

Los seres heredamos rasgos genéticos que influyen en nuestro carácter. Pero nuestros complejos comportamientos, desde el sadismo al altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo condicionado por las fuerzas sociales y la cultura.

La violencia constituye una de las tres fuentes principales del poder humano, las otras dos son el conocimiento y el dinero.

En la complicada trama de las relaciones amorosas existen dos situaciones que evidencian con una dureza sorprendente cómo el amor y el odio se entrelazan en el corazón humano: nos referimos a los celos y a la ruptura de la pareja.

En el fondo un amargo resentimiento acompaña a la metamorfosis del amor en odio. Resulta increíble el grado de crueldad y de destrucción que tantos miembros de parejas rotas están dispuestos a infligirse mutuamente.



Las pasiones juegan, efectivamente, un papel determinante en nuestro comportamiento y representan fuerzas más impetuosas y vehementes que los propios instintos. Los hombres torturan y matan por venganza, no por instinto. Las pasiones instigan la envidia y la destrucción, pero también impulsan la autonomía y el amor. Son el combustible de las tragedias humanas, pero también de los ideales. Las pasiones, por lo tanto, pueden transformar a los seres humanos tanto en malvados como en héroes.

La experiencia que más nos predispone a recurrir a la fuerza despiadada para aliviar nuestras frustraciones es haber sido objeto o testigo de actos de agresión maligna repetidamente durante la niñez. Con el tiempo optan por el camino de la agresión para solventar conflictos y, una vez alcanzada la madurez, reproducen el ciclo de violencia maltratando a sus propios hijos.

 Todo lo anterior, nos lleva a que alimentemos una cultura que fomente el crecimiento y el desarrollo saludable de los niños, potenciando una educación en valores humanos, que neutralice las fuerzas sociales desestabilizadoras y que busque construir una convivencia más generosa, más justa, más participativa, y más esperanzadora. Porque el sufrimiento, el desperdicio y el coste humano que ocasiona la violencia son extraordinarios. Así pues, como conclusión del presente trabajo, se apuesta por el apoyo a las familias en dificultades y en crisis mediante la intervención de profesionales expertos en Orientación y Mediación Familiar, mecanismos actuales de intervención que representa un auténtico antídoto ante brotes de violencia familiar.

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